domingo, febrero 26, 2006

 

Envidia

Dentro del contexto del igualitarismo enfermizo (es obvio que los humanos no son iguales entre sí) que nos rodea hace ya muchos años, los profesores sufren en sus carnes una lacerante envidia a su profesión. Se envidian, no el esfuerzo y el trabajo que cuesta llegar a ser profesor y luego ejercer la profesión sino, como siempre, los resultados de dicho esfuerzo que aparecen como injustos a los ojos de los envidiosos. Para muchas personas, resulta más fácil murmurar que empeñarse en un esfuerzo que conduzca a una meta (con el riesgo de fracaso que ello conlleva).

Desde hace muchos años, la sociedad representada por los padres de familia y otros de sus muchos representantes ha afilado sus lenguas vituperando a los dignos responsables de la educación académica de sus hijos. La raíz de todos estos vituperios está en uno de los mayores males morales del ser humano, el pecado capital más repugnante: LA ENVIDIA; definida por el DRAE como tristeza o pesar del bien ajeno.
Es decir, no sólo no alegrarse del bien ajeno o, al menos, permanecer indiferente ante ello, sino entrar en el terreno viscoso de tener pesar por el bien del vecino, como paso previo para actuar en su contra. Siempre me ha parecido sorprendente la inquina que muchos padres guardan a quienes se encargan de la alfabetización de sus hijos.

" Creer que se puede extraer utilidad del mal moral es una ingenuidad histórica. Una apuesta por el mal moral tanto a nivel personal como social acaba en drama cuando no en tragedia"
Monseñor Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid.

La profesora Y.

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